Sunday, August 3, 2008

Muchos ingresos económicos, pero sin ninguna calidad de vida.

Doña Ana Martínez de Zárate ah publicado usted un buen tema en la revista D, aunque creo que se le escapo por incluir una guerra de 36 años la cual es la causa-efecto de una sociedad como la describe y compara a nivel regional.

Es difícil comparar la calidad de vida entre diferentes países. Una de las formas más aceptadas es el Índice de Desarrollo Humano (IDH) que elabora el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) desde 1990.

Esta iniciativa surge de la necesidad de tener en cuenta factores no solo económicos, y partiendo de la base de que no existe una relación entre riqueza y desarrollo humano ya que, como dice Rodolfo Cardona, el encargado del programa de Reducción de Pobreza del PNUD en Guatemala, en esta institución se dieron cuenta de que existen personas “con muchos ingresos económicos, pero sin ninguna calidad de vida”.

Economía

A pesar de la inclusión de los otros dos factores (educación y salud) los ingresos son los que más influyen en este Informe, lo que constituye en ocasiones “una limitación”, señala María Rosa Renzil, Asesora Económica del PNUD en Nicaragua y Coordinadora del programa centroamericano Agenda Económica de las Mujeres (Unifem-PNUD).

En el caso de Guatemala, este elemento puede ser hasta “engañoso”, señala Cardona, ya que es el país de Centroamérica con mayor Producto Interior Bruto (PIB) alcanzando los 62.53 millardos, por encima de Costa Rica, que tiene 46 millardos y El Salvador, 41 millardos; sin embargo, al dividirlo por el número de habitantes para obtener el PIB per cápita, Guatemala con una población de 13 millones, pasa a ser el tercero, lo que significa que es el menos productivo de forma individual de los tres.

Por otra parte, El Salvador es sobre todo considerado tanto por su población como internacionalmente: “un país de trabajadores”, como señala Jimmy Vázquez, coordinador estadístico del PNUD de ese país; de ahí, entre otras razones, de que sea el segundo más productivo.

Para Vázquez uno de los principales problemas de la región es la falta de importancia que se le da a la creación de empleo, pues debería ser considerado por los gobiernos como un “objetivo central y no un medio para lograr el crecimiento económico del país”.

El nivel de desempleo es muy parecido en todos los países, rondando el 6 por ciento, en el que destaca el de Honduras, con la cifra más baja, 5.7 por ciento, menos en el caso de Nicaragua cuyo porcentaje asciende al 11 por ciento. Sin embargo, según datos no oficiales en Guatemala se calcula que es del 3 por ciento.

Desigualdad

Además, hay que tener en cuenta las desigualdades y Guatemala “es muy dual”, asegura Cardona. De hecho, según el último estudio del PNUD en materia de desigualdad se señala que “para que un pobre tenga lo que gana un rico en un año, éste necesita 48 años de trabajo”.

Solo está por encima Bolivia con un porcentaje de 168 años, pero “incluso Brasil tiene una sociedad más equitativa que Guatemala”, añade.

Hay grupos de la población que tienen unos servicios similares a los que se pueden encontrar en Londres; pero, “tenemos índices en algunos municipios comparables a los de África”.

Según el adelanto del documento Vulnerabilidades municipales y la calidad de vida de sus habitantes, elaborado por la Secretaría de Planificación y Programación de la Presidencia (Segeplan), los mucicipios con índices más bajos de calidad son Jocotán (Chiquimula), Zacualpa (Quiché) y San Mateo Ixtatán (Huehuetenango).

Y esta desigualdad en el caso de nuestro país se debe, según Cardona, a la herencia del sistema colonial español. “No hay otro país de Centroamérica que tenga tan marcado este esquema colonial.

Por ello, el PNUD decidió incluir dos variables más: la salud, a través de la esperanza de vida, y la educación de la población. Casi todos los países lo aceptaron excepto algunos ex comunistas y musulmanes. En total, se analizan 177, incluida Cuba, a pesar de que pidió utilizar otra metodología, pues para este país la economía no es un asunto prioritario en la política del Estado.
Aunque el propio Cardona reconoce que el “IDH es imperfecto en cuanto a la medición de calidad de vida”. En esta lista del informe del 2008 Guatemala ocupa el puesto 118, el último de los centroamericanos. Costa Rica está en la casilla 48, el único incluido en el subgrupo de Índice de Desarrollo Humano Alto. Las demás naciones del área están agrupadas en el del IDH Medio en posiciones muy alejadas. El siguiente país centroamericano es El Salvador, con la posición 103, Nicaragua 110 y 115, Honduras.

Economía

A pesar de la inclusión de los otros dos factores (educación y salud) los ingresos son los que más influyen en este Informe, lo que constituye en ocasiones “una limitación”, señala María Rosa Renzil, Asesora Económica del PNUD en Nicaragua y Coordinadora del programa centroamericano Agenda Económica de las Mujeres (Unifem-PNUD).

En el caso de Guatemala, este elemento puede ser hasta “engañoso”, señala Cardona, ya que es el país de Centroamérica con mayor Producto Interior Bruto (PIB) alcanzando los 62.53 millardos, por encima de Costa Rica, que tiene 46 millardos y El Salvador, 41 millardos; sin embargo, al dividirlo por el número de habitantes para obtener el PIB per cápita, Guatemala con una población de 13 millones, pasa a ser el tercero, lo que significa que es el menos productivo de forma individual de los tres.

Por otra parte, El Salvador es sobre todo considerado tanto por su población como internacionalmente: “un país de trabajadores”, como señala Jimmy Vázquez, coordinador estadístico del PNUD de ese país; de ahí, entre otras razones, de que sea el segundo más productivo.

Para Vázquez uno de los principales problemas de la región es la falta de importancia que se le da a la creación de empleo, pues debería ser considerado por los gobiernos como un “objetivo central y no un medio para lograr el crecimiento económico del país”.

El nivel de desempleo es muy parecido en todos los países, rondando el 6 por ciento, en el que destaca el de Honduras, con la cifra más baja, 5.7 por ciento, menos en el caso de Nicaragua cuyo porcentaje asciende al 11 por ciento. Sin embargo, según datos no oficiales en Guatemala se calcula que es del 3 por ciento.

Desigualdad

Además, hay que tener en cuenta las desigualdades y Guatemala “es muy dual”, asegura Cardona. De hecho, según el último estudio del PNUD en materia de desigualdad se señala que “para que un pobre tenga lo que gana un rico en un año, éste necesita 48 años de trabajo”.

Solo está por encima Bolivia con un porcentaje de 168 años, pero “incluso Brasil tiene una sociedad más equitativa que Guatemala”, añade.

Hay grupos de la población que tienen unos servicios similares a los que se pueden encontrar en Londres; pero, “tenemos índices en algunos municipios comparables a los de África”.

Según el adelanto del documento Vulnerabilidades municipales y la calidad de vida de sus habitantes, elaborado por la Secretaría de Planificación y Programación de la Presidencia (Segeplan), los mucicipios con índices más bajos de calidad son Jocotán (Chiquimula), Zacualpa (Quiché) y San Mateo Ixtatán (Huehuetenango).

Y esta desigualdad en el caso de nuestro país se debe, según Cardona, a la herencia del sistema colonial español. “No hay otro país de Centroamérica que tenga tan marcado este esquema colonial.

El diseño es exactamente el mismo que hizo España en el siglo XVII: una gran urbe, que es Guatemala, que consume recursos de una parcela de tierra en donde los sistemas de producción no han variado y son todavía feudales”. Incluso, Cardona distinguiría a este país como “de castas”, en el que hay una clase alta y poderosa, los descendientes de los españoles; los mestizos, una cuarta parte, que son la unión entre españoles e indígenas; y estos últimos, que son más de la mitad de la población, y que todavía conservan una cultura, un idioma y costumbres ancestrales.

Estos grupos viven ajenos unos de otros y, según el último informe nacional que hizo el PNUD de Guatemala 2005) se recoge que “únicamente en un 6 por ciento de los municipios hay una composición étnica equilibrada.

En el resto, predomina uno u otro grupo”. Esta diferencia se nota en los índices de pobreza, ya que según la Encuesta Nacional del Instituto de Estadística, el 55.60 por ciento de los pobres son indígenas y tan solo un 19.36 de este grupo étnico son considerados no pobres, frente al 80 por ciento de los no indígenas que no son pobres.

Sin embargo, en El Salvador la mayoría de la población se considera mestiza. Antes de la llegada de los españoles, eran pequeños grupos que no respondían a la homogenización impuesta por los conquistadores.

“No es que no haya indígenas, es que han perdido su cultura y por tanto, no se consideran así”, dice Cardona. Por otra parte, la clase alta ha tenido muchas relaciones con EE. UU., y además, una tercera parte de su población (el que más emigrantes de toda Centroamérica) está en este país, por lo que la influencia ha sido muy grande, y ha provocado como consecuencia una mayor pérdida de raíces.

El psicólogo social y director general de Investigación de la Universidad de San Carlos, Antonio Mosquera, opina que una sociedad tan multiétnica es muy beneficiosa, siempre y cuando, haya integración entre los diferentes grupos.

Curiosamente en el siglo XIX, el de la independencia, “Guatemala era el Estado más poderoso y Costa Rica, la antítesis.

La gran diferencia fue que aquí estaba el sistema feudal, mientras que en el otro casi toda la población era colono español, sobre todo gallegos, muy pobres y entonces el esquema productivo fue totalmente distinto, ya que allí no había esa esclavitud con los indígenas”.

No obstante, Cardona recuerda que hasta la Revolución de 1948 en Costa Rica no se permitía subir a los negros al Valle Central. Pero, a partir de esa fecha, para Lara Blanco, coordinadora de Desarrollo Humano, las consecuencias de esta Revolución provocaron que se iniciara un proceso constituyente en el que se tomaron una serie de medidas como la abolición del Ejército “cuyo dinero destinado a esta institución se dirige a otros sectores más importantes para la población” y garantías sociales e individuales, en las que se incluye una asignación de dinero fijo a la educación y la salud.

Es decir, se “apuesta por un Estado fuerte”, resume Blanco. Todo ello, permitió que Costa Rica sea ahora el que tiene los mejores niveles de calidad de vida de Centroamérica.

Por su parte, Nicaragua “tiene un alto porcentaje de gobernabilidad”, añade Cardona, lo que influye en la calidad de vida, pues no hay casi niveles de violencia, ni hay prácticamente narcotráfico.

Precisamente lo que le falta a Guatemala, llamado por muchos un “Estado fallido” y con medidas tan obsoletas como la incluida en la actual Constitución en donde se recoge que “se puede pagar a los campesinos el 30 por ciento de su sueldo en especias”, añade Cardona.

El siguiente país con mayor coeficiente Gini es Honduras, cuya evolución desde la década 90 ha empeorado, por lo que ha aumentado su inequidad.

Otros datos preocupantes en la región es la tendencia al aumento de la carestía de la vida. Guatemala es la ciudad más cara de Centroamérica por encima de San José en Costa Rica, que hasta hace unos años ostentaba este puesto, según los datos aportados en este año por el estudio de la organización Mercer Human Resource Consulting que tienen en cuenta para la elaboración de la lista los costos de más de 200 secciones en cada ciudad, incluyendo vivienda, transporte, alimentos, ropa, electrodomésticos y entretenimiento.

El Instituto Internacional de Investigación de Política Alimentaria (Ifpri, en sus siglas en inglés) ha realizado un estudio en el que se establece que por cada punto porcentual que se incrementa el índice mundial de los precios de los alimentos, 16 millones de personas más caen bajo la amenaza de la desnutrición.

Los salarios mínimos, a pesar del aumento que hace el Gobierno cada cierto tiempo, no alcanzan para comprar los alimentos de la canasta básica. En Nicaragua a pesar de “los esfuerzos del Gobierno de aumentarlos cada seis meses, los niveles salariales son los más bajos de Centroamérica”, dice Renzil.

A esta variable le unimos que en este país, según datos elaborados por el Instituto Nutricional para Centro América y Panamá (Incap) en abril de este año, el costo de esta canasta era el más alto de la región alcanzando los US$255, seguido de Guatemala con US$244, entonces no es extraño que con el salario mínimo agrario en Nicaragua solo se tenga el poder adquisitivo del 37 por ciento de la canasta.

En el extremo opuesto se encuentra Costa Rica, cuya población llega alrededor del 90 por ciento de la canasta. Esto evidencia la concienciación del Gobierno de Costa Rica, pues el Estado se preocupa porque su población “por lo menos pueda comer”, señala Hernán Delgado, director adjunto del Incap.

Dependencia

A pesar de que Centroamérica tiene una gran capacidad de producción, todos los países son dependientes de las importaciones. Por ejemplo, según el ingeniero Germán González, consultor de la Unidad de Vigilancia y Monitoreo del Incap “Guatemala importa el 60 por ciento del maíz y El Salvador la mayoría de todos sus alimentos”.

Esa falta de autosuficiencia se puede evitar porque “es un problema del uso que se le da a la tierra”, añade. Actualmente, “los gobiernos se están dando cuenta de que debe haber cambios de estrategia en la agricultura y empiezan a potenciar la creación de cultivos para la alimentación y no con el objetivo de que sean utilizados para bioenergía como hasta ahora se hacía”, señala Patricia Palma, directora del Programa Regional de Seguridad Alimentaria y Nutricional para Centroamérica (Presanca).

Crisis actual

La crisis a nivel mundial ha afectado, también, a Centroamérica. La tendencia es que en todos los países de la región el poder adquisitivo disminuya y como consecuencia la pobreza aumente.

“Sobre todo está afectando a la clase media para abajo”, dice Cardona. Para Delgado, la actual crisis “puede ser una gran oportunidad para que en Centroamérica se produzcan cambios”.

Aunque por ahora no hay indicios para ser tan positivos, ya que incluso en Costa Rica se espera que no se continúen con las mejoras en cuanto a reducción de pobreza. Hasta el 2000 se mantenía un 20 por ciento de la población en pobreza y un 6 en extrema, mientras que en el 2007 se consiguió reducir a un 16.5 la total y a un 3.3 la extrema.

Sin embargo, debido a esta crisis se cree que se volverá a los índices del 2000. Asimismo, muchas de las familias con bajos recursos, se han visto en la obligación de reducir sus gastos y a lo que más ha afectado ha sido a su nutrición.

La familia de Eduardo Quirós Serrano, de cuatro miembros, residente en el precario Valle del Sol, al este de San José, reconoce que ahora solo pueden comer “frijol negro, el rojo no se puede comprar, y en vez de dos bollos de pan compramos solo uno y una caja de leche, mientras antes comprábamos hasta tres”.

Nutrición

Desde el Incap se desarrolla “una estrategia focalizada y un plan de acción de seguridad alimentaria y nutricional para enfrentar la crisis del alza”.

Entre otras medidas recomiendan el consumo de otros alimentos que permitan mejorar la nutrición y como consecuencia la calidad de vida, ya que una buena dieta influye directamente en la esperanza de vida en donde Guatemala, con una media de longevidad de 69.7, solo se sitúa por encima de Honduras, 69.4, mientras que Nicaragua y El Salvador rondan los 71 y Costa Rica está a la cabeza con un promedio de 78.5 años de vida.

Otro factor a tener en cuenta es el servicio de salud, que sigue siendo deficitario en el caso de Guatemala, país que se encuentra a la cola de los otros. Además, las medicinas son caras.

Por ejemplo, María Ajizal Buc, en la aldea de Xeabaj (Chimaltenango), tuvo que vender su única vaca por Q3 mil para comprarse las medicinas necesarias para curarse. En Centroamérica la alimentación, sobre todo de las personas con bajos recursos, se caracteriza por su “poca diversidad y la baja calidad nutricional”, según datos del Incap.

Por ejemplo, según el Informe de Objetivos del Milenio de Honduras, publicado en el 2007, se recoge que en este país el 23 por ciento de la población se mantiene por debajo del consumo mínimo diario de energía. Por su parte, en Guatemala la dieta se basa, por encima de los demás países, en el maíz; lo que provoca una alimentación “muy pobre y monótona”, señala Palma, “tanto en las familias no pobres, cuya dependencia de este alimento es del 25 por ciento, como en las pobres, que asciende al 60”.

Esto tiene como consecuencia que uno de cada dos niños tenga desnutrición crónica, según datos de la Organización Panamericana de Salud (OPS) lo que a su vez provoca un retardo en crecimiento en escolares con una cifra en Guatemala de 48.8, por encima de Honduras (36.5), Nicaragua (27.2), El Salvador (15.5) y por último Costa Rica (7.4).

Sin embargo, es muy difícil hacer cambiar de dieta porque, como dice Cardona, la mayoría de la población se suele negar, ya que “no quieren cambiar de tradiciones”. Incluso, las familias productoras de verduras “no las consumen”, añade Palma.

Estudios internacionales revelan que los factores determinantes del bajo peso en los preescolares se debe a la educación de la mujer (43 por ciento), por encima de la disponibilidad y accesibilidad de los alimentos (26), la salud ambiental (19.3) y el estatus de la mujer (11.6). Maggie Fisher, experta en nutrición de la OPS, añade que hay tres veces más desnutrición en los niños cuyas madres no han recibido educación.

Educación

Y es que la mujer y la educación son factores clave para reducir este problema e incentivar la seguridad alimentaria. La educación es el que “más pesa” de los tres factores que estudia el IDH, según Cardona, ya que influye directamente en los otros dos. Por otra parte, es también el más complejo de calcular, porque mide dos cosas: el nivel de alfabetismo en adultos y el índice de matriculación en las escuelas y aquellos que acaban sus estudios.

En esta materia Guatemala tiene una educación cara por el bilingüismo, algo que si lo comparamos, por ejemplo, con Nicaragua no ocurre así, pues es un país mucho más simple.

Honduras se ha caracterizado, en los últimos años, por tener unos programas educativos muy coherentes, debido a que la “estabilidad política formal ha permitido canalizar recursos básicos a áreas prioritarias en salud y en educación”, según datos del Informe sobre las Metas del Milenio de 2003. Además, la población rural es menor y los servicios educativos son más accesibles. Tener una sociedad multiétnica, con 23 lenguas diferentes, constituye un mayor esfuerzo para Guatemala. En el área rural, todas las familias quieren que sus hijos estudien, saben que es clave para que tengan un futuro mejor, sin embargo, Ana María Sánchez, de Unicef Guatemala, reconoce que “la pobreza provoca que el niño tenga que ponerse a trabajar”. Así pasa en una aldea de Chimaltenango, Xeabaj, en donde la mayoría de las madres están concienciadas con la importancia de la educación, pero que ven imposible que sus hijos vayan a la universidad si ellos no ayudan a pagar los gastos.

Asimismo, el gasto público asignado a esta materia no ha sido suficiente en Guatemala. En Costa Rica, al no tener Ejército, el Estado puede invertir más, tanto en educación como en salud. Además, sus planes de estudio tienen continuidad ya que por ejemplo “el último lleva más de cuatro legislaturas sin cambios”, dice Cardona. Por otra parte, “este plan contempla que el cien por ciento de los costarricenses va a terminar la secundaria. Esto muchos países europeos no lo han logrado todavía”, añade.

El Salvador también lleva el mismo plan durante cuatro legislaturas. Su objetivo es que toda la población termine la primaria. Sin embargo, en Guatemala algo parecido es imposible, “el próximo Gobierno quitará todo lo que ha hecho éste solo, porque no lo ha hecho él”, señala Cardona. Otro problema, según Sánchez, es que “muchas mujeres no tienen cédula, por lo que no pueden inscribir a sus hijos en la escuela, pues recibirían una multa”. Por ello, todavía hay menores sin escolarizar.

Miriam Arriaga, madre de cuatro niños, residente en La Carolingia (Mixco), no puede llevar a los tres más pequeños a la escuela debido a que el dinero que recibe de su marido, alrededor de Q2 mil al mes por ser piloto, no es suficiente para costearles la educación.

El mayor, de 17 años, ya se tuvo que poner a trabajar y aporta dinero a la casa cuando puede. Un ejemplo de superación ha sido el de la familia de Lorena, de la misma zona, que con cuatro hijos y recibiendo el sueldo de su marido de Q2 mil 500 y ella cuidando niños ocasionalmente, su hijo mayor, de 25 años, ha podido concluir los estudios de Arquitectura este año, que compaginaba con trabajos para cubrir los gastos de la Universidad.

Percepción

En lo que todos los expertos se muestran de acuerdo, es que la calidad de vida es una percepción subjetiva. “El guatemalteco acepta cualquier cosa, no tiene conciencia de calidad de vida”; sin embargo, “el tico reclama sus derechos”, compara Cardona.

Para Mosquera, “los guatemaltecos tienen la sensación de que están mal, son muy pesimistas, pero se sienten en estado de parálisis y eso ha provocado el conformismo en la población”. Pero luego a la hora de manifestarse “es la furia desencadenada y no se dan cuenta de que son procesos”. Para Héctor Rosada, presidente de la Junta Directiva del Centro de Estudios Estratégicos y Seguridad para Centroamérica (CEESC) los guatemaltecos “son muy críticos, pero no de forma positiva, sino hasta el punto de autodestrucción”.

Y una de las causas, coinciden ambos, “es por un problema de identidad”. “Lo que se necesita es que los actores que tienen liderazgo transmitan esperanza; y ahí entra el papel de los medios de comunicación, los políticos y los empresarios”, además de mejorar otros elementos que también influyen en la calidad de vida “como son la seguridad o el medio ambiente, entre otros”, añade Mosquera.

Por otra parte, la educación sigue siendo muy relevante en este punto. Para Rosada en Guatemala “las remesas y el narcotráfico convierte a las familias que se benefician en personas con altos recursos, que suelen utilizar ese dinero para comprar joyas, automóviles y no invierten en educación o en otros factores que proporcionarían calidad de vida”.

Los salvadoreños “son muy positivos”, añade Rosada. Eso, además, es reflejado en el último estudio del Instituto de Investigación Social (ISR, por sus siglas en inglés) de la Universidad de Michigan, que midió el grado de bienestar subjetivo en el 2007 donde ocupan el segundo puesto a nivel latinoamericano. Vázquez, añade que “existe una autovaloración tan alta que hace que los datos reales no se correspondan con lo que la gente siente”.

Los hondureños, según Rosada, son muy “prácticos” y en Nicaragua, “al haber generado un proceso de revolución, manejan muy bien sus debilidades”. Además, en este país, añade Mosquera, “hubo una mayor integración”.

Paradójicamente, Guatemala es el tercer país más feliz de Latinoamérica, según dicho estudio de la Universidad de Michigan. Y es que “en el campo, sobre todo, por regla general ves a personas muy pobres que están continuamente riéndose y que consideran que tienen buena calidad de vida y que son felices”, resume Cardona. “¿Cómo se rompe con ese círculo?”, se pregunta.

Pero los cuestionamientos que se hacen los expertos son: “¿qué es vivir mejor?, ¿será que ellos viven bien y son felices?”.

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